12 sept 2012

El 'Desafío total' de Verhoeven: premisa total

    Cuando encontramos un film cuyas ideas iniciales apuntan hacia las nuestras, es fácil incurrir en calificarlo positivamente por simple afinidad con nosotros mismos. Esta valoración sería de escasa calidad crítica, pues, en realidad, lo que se somete a nuestro juicio no es la propia obra en sí, sino únicamente un concepto que, a priori, nos seduce. En ocasiones, el fundamento de una película es atractivo, pero el resultado es sólo una reminiscencia con cierto aroma esplendoroso de lo que podría haber sido. Ese es el gran lastre de la mítica Desafío total (Total recall; Paul Verhoeven, 1990): no llegar a ser lo que aparentaba anticipar.
  La sinopsis es prometedora: el terrestre Doug Quaid (Arnold Schwarzenegger) tiene sueños recurrentes en los que se ve en el planeta Marte junto a una mujer, Melina (Rachel Ticotin). Tras escuchar un anuncio de la empresa Rekall (o Memory Call), dedicada a injertar recuerdos de experiencias ficticias, y debido a las negativas de su esposa Lori (Sharon Stone) a mudarse al planeta rojo, Quaid compra los servicios para hacer «realidad» sus sueños. Cuando se disponen a inocularle sus vacaciones marcianas, algo sale mal y empieza a recordar que sus pesadillas no eran tan descabelladas y que, verdaderamente, ya había estado en Marte, donde era el agente Hauser bajo el mando del gobernador/explotador Cohaagen.
Quaid desembarazándose de su disfraz de mujer.
Quaid desembarazándose de su disfraz de mujer.
    El argumento parece –y, de hecho, es– muy interesante. Se atisban dilucidaciones sobre la verdad, el engaño de nuestra existencia, los sueños (como fantasías y como anhelos), la tecnología, la represión social y la política. Es bastante probable que gran parte del mérito resida en el cuento que inspiró el guion, Podemos recordarlo por usted al por mayor de Philip K. Dick, que es el mismo escritor de cuya pluma nacieron, entre otros, el relato en el que se apoyó Minority Report (Steven Spielberg, 2002) y la novela en la que se basó Blade Runner (Ridley Scott, 1982), obra maestra de la ciencia ficción. En cualquier caso, es obvio que lo atractivo de la película se vislumbra ya en la antesala del visionado, cuando nos explican “de qué va”. El error es creer que con sólo nombrar las dualidades apariencia-realidad, falsedad-certeza, ensoñación-deseo, se es capaz de legitimar una cinta en la que lo más icónico son la banda sonora de Jerry Goldsmith, Terminator disfrazado de mujer y una prostituta de tres pechos.
    El film de Verhoeven ha encontrado similitudes ideológicas en el cine posterior, siendo el máximo exponente la inteligentísima Origen (Inception; Christopher Nolan, 2010), en la que la técnica que intitula la película consiste en implantar una ilusión, un recuerdo, una deducción, ajena y falsa. También en Matrix (The Matrix; hermanos Wachowski, 1999) se advierte la hipótesis cartesiana del genio maligno que crea un mundo irreal para su beneficio y nuestro perjuicio. Por un lado, las máquinas empleadas para entrar en Matrix recuerdan mucho a las utilizadas para incrustar los recuerdos a Quaid; por otro, en ambos filmes se usa una pastilla para emprender la salida del mundo mental hacia el real.
Quaid conectado a una máquina para alterar sus recuerdos.
Quaid conectado a una máquina para alterar sus recuerdos.
    Al igual que en las películas citadas, Desafío total actualiza el pensamiento del racionalista francés René Descartes, que se obliga a dudar metódicamente de todo lo que no es evidente para encontrar la certeza. La película se abre con la idea de la indistinción sueño-vigilia: lo primero que se muestra es el suelo marciano con Quaid/Hauser y –supuestamente– Melina, desvelándose luego que la situación es onírica, aunque, más adelante, nos percatamos de que quizás no lo era. Durante todo el metraje se intuye que, tal vez, todo lo vivido desde la llegada al laboratorio de Rekall es un sueño, a pesar de que es tan real que hasta a Quaid le es imposible discernirlo. Pero la vida física genuina, la que teóricamente no es producto de un espejismo cerebral, en la que Schwarzenegger es Doug Quaid, trabaja en la construcción y está casado con Lori, es también una ficción, es un teatro creado por Cohaagen, cuyo papel en esta intriga es el del mencionado genio maligno, ese ser superior que se contentaría al hacernos errar en lo más sencillo, en lo cotidiano.  Asimismo, pese a poseer una vida apacible, el empeño de viajar a Marte, un planeta inmerso en hostilidades y golpes rebeldes, refleja la insatisfacción  y la infelicidad del hombre, pero, al mismo tiempo, su afán por conocer la verdad. Quaid, alentado por sus alucinaciones, busca su auténtico yo y, entonces, como Descartes, duda de todo y los espectadores nos preguntamos: ¿cuál es la verdadera naturaleza del protagonista? ¿Es Hauser? ¿Es el que, en sus delirios nocturnos, caminaba por Marte acompañado por una mujer físicamente igual a Melina? ¿Es el Quaid de existencia monótona del principio del filme? ¿O es el Quaid en el que llega a convertirse? La tecnología que se describe para inyectar rememoraciones ilusorias de la vida pasada es un atentado contra la tendencia humana de dirigirse hacia el conocimiento absoluto y conduce irrevocablemente hacia el escepticismo. Estas técnicas, promocionadas como la panacea de la realización personal, la comodidad y la consecución de sueños imposibles, poseen un reverso mezquino que se demuestra con la bipolaridad Quaid/Hauser: dos caras de la misma moneda, dos identidades en un mismo cuerpo, dos recuerdos distintos y, por ende, dos personas –reales o imaginarias– distintas.
¿Sueño o realidad? El espejo es una metáfora visual de la dicotomía Quaid/Hauser.
¿Sueño o realidad? El espejo es una metáfora visual de la dicotomía Quaid/Hauser.
    Por desgracia, la profundidad de la que se habla en los párrafos anteriores apenas se insinúa, exponiéndose en las primeras escenas o en momentos puntuales; es el cimiento de la película, nada más que un punto de partida suculento con el que desplegar una historia de ciencia ficción entretenida de notable ambientación futurista, disparos, Schwarzenegger, armas holográficas, mutantes, monstruos muy feos… y una expedición asmática por ventosos desiertos casi extraídos del film Dune (David Lynch, 1984). La trama más apasionante resulta ser sólo un macguffin para desarrollar una película trepidante sobre una aventura extraterrestre con algunos toques de totalitarismo y alusiones al apartheid. He aquí Desafío total: una premisa fascinante, pero, en definitiva, sólo una premisa.

NOTA: Este artículo fue publicado originariamente en MDM Backstage.